FB Sarah Jane

Sheriff por accidente, superviviente por naturaleza

10 marzo 2022

El apelativo de “el último clásico vivo de…” ha sufrido tal desgaste que ha quedado prácticamente vacío de significado pero, en el caso de la novela negra, James Sallis (Helena, Arkansas, 1944) se contaría entre el puñado de escritores (nunca hay uno solo, por descontado) que merecería semejante corona. Quien se haya topado con su estilo elíptico, su búsqueda constante de la palabra exacta, sus fogonazos líricos, sus intercambios dialécticos ásperos e ingeniosos… no habrá podido olvidarlo. Capaz de la frase más bella y del arranque de violencia más brutal, su escritura siempre tiene algo de zen en el sentido de que en ella aplica por sistema la máxima economía de palabras, no utilices doce si lo resuelves en diez. Los ecos que éstas dejan, los intersticios que hemos de rellenar para acabar de completar los mensajes son elementos de una personalidad única, donde la reflexión profunda sobre la vida y el género humano se repiten libro tras libro.

Aunque el detective Lew Griffin, protagonista de una serie ambientada en Nueva Orleans, haya concentrado buena parte de sus energías creativas muchos estarán familiarizados con su nombre gracias a la adaptación cinematográfica que Nicolas Winding Refn llevó a cabo de su novela corta Drive en 2011. Si la novela negra es en gran medida una reserva de machos alfa, una con coches de alta cilindrada supone un tanque de testosterona. Las páginas de Drive olían a neumático quemado, whisky barato y sudor agrio. Una novela de Ross MacDonald, pongamos, tuneada en un taller mecánico clandestino. Historia de un solitario, nómada y descreído as del volante, en sus páginas Sallis nos paseaba por carreteras, gasolineras, rodajes y bares de medio pelo, haciéndolo codearse con una fauna que daba miedo.

En más de un sentido, el último prodigio del autor, Sarah Jane, puede interpretarse como el reverso de Drive. Su protagonista es una mujer, anclada en un pueblecito perdido en medio de la inmensidad del sur estadounidense, lleva una vida sin apenas sobresaltos y apretar a fondo el pedal del gas no parece interesarle lo más mínimo. Antes de entrar en territorio negro, Sallis nos conduce por los zarandeos y golpes que conforman su biografía hasta llegar al momento en que, casi por accidente, llega a ocupar el puesto de sheriff suplente en ese lugar dejado de la mano de Dios. Un retrato honesto y conmovedor, narrado en una primera persona a la vez cercana y descreída, que provoca que uno se enamore de esta luchadora, una descarriada capaz una y otra vez de enderezar el rumbo. Y cuando casi ya nos preguntamos si estamos en una obra criminal, desaparece el jefe de Sarah y le toca a ella -ahora precisamente que la calma parecía haberse asentado en sus días- encabezar una investigación que trastocará por completo su imagen del agujero en el que vive y de sus gentes.

“Me llamo Bonita pero no soy guapa. No lo he sido, ni lo seré”. Así arranca la voz de Sarah Jane, a su manera una tipa tan dura e insobornable como Drive, tan inolvidable o más que la policía de Fargo, generosa también a la hora de lanzarnos consejos de oro (“Lo que callamos, como siempre, queda ardiendo con ferocidad). Si Drive buscaba por sistema un coche “tan fiable como el óxido y los impuestos”. Si quiere lo mismo en una novela negra lea con atención lo que ella tiene que contarles.

Antonio Lozano, editor de Serie Negra

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