En todas las entrevistas concedidas por Jorge Martínez Reverte con motivo de la publicación de cualquiera de sus ensayos históricos más recientes, los periodistas siempre le lanzaban la misma pregunta: ¿Cuándo volverá Gálvez? Y la respuesta también era siempre la misma: ‘Gálvez volverá cuando él quiera, pero creo que será pronto: ya llama a la puerta’. Pues bien: la puerta ya se ha abierto y Gálvez ha vuelto a entrar en nuestras vidas. Y además lo ha hecho en la que quizá sea su aventura más trepidante: Gálvez entre los leones.
El periodista Julio Gálvez
Cuando Julio Gálvez hizo su primera incursión en el mundo editorial, allá por el año 1973, era un periodista inquieto que escribía en su máquina de escribir y que usaba papel carbón para realizar copias de sus reportajes. Con el paso de los años, y de los títulos, le hemos visto evolucionar en paralelo a la sociedad -ordenador, internet, teléfono móvil, etc.- sin que su personalidad se haya visto, afortunadamente, demasiado alterada: continúa teniendo problemas en sus relaciones personales –su ex pareja Maribel, empero, le sigue acogiendo cuando se lo pide-, duerme donde puede –en esta ocasión incluso lo hará en una casa okupada-, sigue echando mano de la información que le proporcionan otros periodistas más especializado y, sobre todo, continúa volcando su ironía sobre la realidad española.
Porque Julio Gálvez sigue siendo el personaje perfecto para explicar la historia de España durante los últimos cuarenta años. Lo conocimos en la época en que el coche de Carrero Blanco voló por los aires y a lo largo de los siguientes libros hemos ido viéndolo en situaciones harto significativas para la reciente historia española: los conflictos nacionalistas –el terrorismo independentista y el terrorismo de Estado-, la corrupción política y empresarial, la manipulación de los medios de comunicación, las estafas durante el boom inmobiliario y muchas otras circunstancias que siempre han entroncado con las noticias que copaban la prensa del momento. Por ejemplo, en Gálvez entre leones el autor nos habla de los hombres realmente importantes de este país que viajan a África para cazar elefantes o de los empresarios corruptos que tienen vínculos con los políticos igualmente corruptos de, entre otras, la trama Gürtel. A este respecto, en una tertulia realizada en El Cultural (El Mundo) hace ya algunos años, Jorge M. Reverte comentaba, a la pregunta de cómo se reflejaban en sus novelas los delitos que imponían los nuevos tiempos, que «lo que hago es documentarme para que [mis novelas] sean fieles a la realidad, que es lo que se le exige a una novela realista. Pero, insisto, lo que más me interesa de practicar este tipo de narración es el tratamiento de los personajes y el punto de vista».
Por otra parte, Julio Gálvez también es un personaje perfecto para analizar la evolución de la industria periodística en España. A lo largo de las distintas novelas hemos ido viendo cómo ha ido cambiando el oficio y en esta última entrega nos lo encontramos sumido en una crisis económica y profesional pareja a la que están viviendo miles de periodistas en la actualidad.
«A mi edad era muy sencillo desgranar un largo currículo, que empezaba por una revista importante de la transición, otra sobre el mundo del automóvil y decenas de medios de todo tipo, como periódicos, agencias, departamentos de comunicación, emisoras de radio, televisiones locales, hasta llegar a la revista de tanatorios, mi último empleo relativamente estable».
Pero Julio Gálvez todavía tiene algunos amigos que trabajan en redacciones y que, de vez en cuando, le encargan algún reportaje. Y es en esas ocasiones en las que vuelve a pisar una redacción cuando recuerda aquella época dorada del periodismo que sin duda despertará la nostalgia de los lectores que también se dediquen, o se hayan dedicado, a ese oficio:
«Las redacciones de los periódicos han cambiado. Seguramente que para bien. De ellas han desaparecido todos los elementos de bohemia que las convertían en lugares divertidos, repletos de personajes que no serían admitidos en ningún otro lugar; unos, llenos de genio, y otros, auténticos profesionales de la caradura y la vagancia. Unos años antes, entrar en una redacción a partir de las diez de la noche era una experiencia turbadora para una persona de orden. Desde luego, olía a tabaco. Había siempre algunos tipos que aporreaban la máquina de escribir para llegar al cierre con las últimas pesquisas en relación con un asunto de política o de sucesos locales. Y también siempre, algún pequeño grupo que se encerraba en una pecera para jugar una partida de póquer. Las tazas de café se secaban encima de las mesas con su contenido apurado a medias, con algunas colillas nadando en lo que quedara de líquido. Y no era difícil ver a algún camarero del bar más cercano sirviendo whisky con hielo sobre la mesa del redactor jefe. Los periodistas hablaban en voz alta discutiendo de fútbol o faroleando de mujeres. Y a nadie parecía importarle el vocerío, que habría impedido concentrarse en el trabajo a un profesional de cualquier otro oficio.
Ahora, una redacción es un espacio diáfano, donde la gente se aplica a realizar su trabajo, sin dar voces que molesten al compañero. No se puede beber alcohol y, por supuesto, no se ve ninguna columna del humo de un cigarrillo extinguiéndose en un cenicero de latón. No hay apenas personas de una edad como la mía, porque han sido prejubilados. Casi todos los personajes que se ven escribiendo con delicadeza en los teclados del ordenador son jóvenes que han terminado su carrera, saben inglés y algún otro idioma, han hecho un máster de dos años y luego han sido contratados a precio de becario. La mitad o más son mujeres, por lo que las conversaciones machistas han decaído. Es decir, son lugares civilizados. Lo que no está claro es que los periódicos sean mejores por eso».
Novelas protagonizadas por Gálvez
-Demasiado para Gálvez (1979): Primera entrega de la serie protagonizada por el periodista Julio Gálvez. El protagonista investiga un grupo de empresas cuyo epicentro de actuación es la Costa del Sol. Durante las pesquisas del reportero, habrán asesinatos, estafas, explosiones, robos y un sinfín de peligros más.
-Gálvez en Euskadi (1981): El periodista más torpe de la literatura española tendrá que realizar una investigación en una Euskadi por donde desfilan etarras, guardias civiles, policías y ciudadanos norteños cuya mayor obsesión parece ser acabar con Gálvez.
-Gálvez y el cambio del cambio (1995): El periodista Gálvez conocerá a hombres poderosos sin escrúpulos, periodistas de raza y socialistas con un peculiar sentido de la lealtad. La realidad virtual, de la mano de una mujer pantera, le tenderá un cable para salir lo más airoso posible de una investigación sobre la ley del ídem que amenaza con enredársele en los tobillos.
-Gálvez en la frontera (2001): Tras el robo del bolso de una corresponsal japonesa, Gálvez se meterá en una trama en torno a unos informes confidenciales relacionados con una empresa de la Nueva Economía, de reciente implantación en Madrid. Además, Gálvez conocerá la realidad de los ‘tironeros’ magrebíes y contrastará su realidad con esos otros ladrones que trabajan con traje y corbata.
-Gudari Gálvez (2005): Julio Gálvez, reportero de una revista que se reparte gratuitamente en los tanatorios, se reencuentra por casualidad con Sara, una antigua novia cuyo rastro había perdido hacía más de veinte años. Sara es vasca y ex militante de ETA, y debe resolver un grave problema: su hijo Peter está metido en un buen lío, por lo que pide ayuda a Gálvez para encontrarle y detenerle antes de que pueda hacer alguna locura que trunque para siempre su futuro.
Cinematografía sobre Julio Gálvez
-Demasiado para Gálvez, Antonio Gonzalo, 1981: Basada en la novela del mismo título. Protagonizada por Teddy Bautista (Gálvez) y Jorge M. Reverte (abogado).
-Cómo levantar 1000 kilos, Antonio Hernández, 1991: Con guión de Mercedes Fonseca y Antonio Hernández, la película está basada en la novela Gálvez en Euskadi e interpretada por Antonio Valero (Gálvez).