1957. Una cruda mañana de invierno, el cadáver de un cura católico aparece en medio de un charco de sangre en la biblioteca de Ballyglass House, la casa solariega de los Osborne, de la antigua baronía de Scarawalsh, en el condado irlandés de Wexford. Al padre Tom Lowless —amigo del coronel Osborne, cabeza de la familia propietaria de la mansión— lo han asesinado apuñalándolo en el cuello y luego le han cortado los genitales. El inspector Strafford es enviado por su superior en Dublín —el comisario jefe Hackett— al lugar de los hechos —una morada inhóspita y decadente, en lóbrega sintonía con el desapacible frío que reina en el exterior— a investigar con el pretexto de que haberse criado en una buena familia le facilitará la comunicación con los implicados. Sin embargo, el policía intuye que Hackett no desea ensuciarse las manos en un caso que promete ser tremendamente delicado, ya que la Iglesia católica sigue dominando el país con puño de hierro, al tiempo que los aristocráticos Osborne gozan de una reputación inmaculada en la zona (pese a los problemas financieros que atraviesan en el presente).
Strafford, con la ayuda del oficial Jenkins, no tardará en ver confirmadas sus sospechas, empezando por la forma negligente con que se tratan las pruebas, las órdenes extrañas que recibe y las presiones que llegan de todos lados para que tergiverse por completo la versión oficial de tan luctuosos hechos. Incluso el mismísimo arzobispo de Dublín, un personaje tan turbio como temible, intercederá para salvar el buen nombre de la institución a la que representa. No obstante, instalado en una pensión cercana a la mansión, el inspector procurará aislarse de todo este ruido a fin de resolver el misterio, para lo que entrevistará a una larga serie de sospechosos y escudriñará con lupa el edificio y sus alrededores. Por si el caso no revestía suficiente complejidad y presentaba numerosos obstáculos, el descubrimiento de que la primera esposa del coronel Osborne había muerto en circunstancias extrañas y la angustiosa desaparición de Jenkins a media investigación acabarán por enrarecer todavía más el ambiente.
Con Pecado, Benjamin Black se sumerge de nuevo en la Irlanda de los años cincuenta e inicia una nueva serie, con su inimitable estilo y su don para crear ambientes y personajes fascinantes. Y con un nuevo protagonista: Strafford es desgarbado, protestante, abstemio… «Era solo cuestión de tiempo antes de que le dijesen que no parecía policía, pero lo que querían decir era que no parecía un policía irlandés».