Si tiempo atrás Scott Turow nos permitió inaugurar la sección “Cosas que aprendí leyendo novela negra”, Jo Nesbo invita a hacer lo propio con una susceptible de bautizarse a partir de una ligera variación: «Cosas que aprendí entrevistando a escritores de novela negra».
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Tanto en uno como otro caso el objetivo reside en familiarizar al profano con los procedimientos, técnicas y métodos que caracterizan la práctica criminal, y de ningún manera supone una invitación, ni siquiera velada, a su adopción. La actual coyuntura de crisis con la desalmada actuación de los bancos hace más pertinente que nunca esta aclaración.
La lección
Jo Nesbo comentó a este periodista en Oslo, mientras daba feroz cuenta de una tortilla a la francesa, que en cierta ocasión acudió a una prisión noruega a ofrecer una charla y al acabar preguntó a los presos quién sería tan amable de suministrarle información útil acerca de cómo se atraca un banco. Un enjambre de manos se alzó con la ilusión propia del escolar pelota. ¿Pero quién es el mayor especialista en la materia? puntualizó el escritor, abrumado ante tan jubiloso exceso de oferta. Al tiempo que las manos descendieron, las miradas convergieron en un tipo con expresión hosca que se lo miraba todo en silencio desde un rincón. Esto demostró en primer lugar que el verdadero experto siempre calla porque sabe que uno nunca alardea de la información privilegiada. Tras un tira y afloja, el tipo le contó en una aparte a Nesbo que lo más importante a la hora de desvalijar un banco es acertar con la dosis exacta de la droga que se decida ingerir. Si es un tranquilizante, tomar más de lo necesario puede dormirte en plena tarea. Si es un excitante, llevarte a provocar una carnicería. La falta de tino en la medición provoca que un aberrante número de atracos acabe en una chapuza. En el escenario A el resultado es una película de Berlanga. En el escenario B, de John Woo.